Un grupo de jóvenes,
una lata de pintura spray y un fulminante mensaje encienden la llama de una guerra
civil.
“Es su turno, doctor”. Bashar Al Asad –Presidente sirio- es un
médico oftalmólogo de 47 años formado profesionalmente en Inglaterra pero sin
noción alguna de lo que democracia y/o derechos humanos significan. Ambos son
conceptos que cualquier joven de hoy puede mínimamente reconocer y comparar con
su entorno gracias a la tecnología disponible. No es de extrañar, entonces, que
el ímpetu propio de la juventud llevara a un grupo de amigos a pintar en la
pared de una escuela de la ciudad de Dara’a -en Siria- la frase con la que
comienza este artículo, en momentos en los que era derrocado Hosni Mubarak en
Egipto.
Marzo de 2011. Lo que pareció ser una palomillada termina por
propiciar el arresto, confinamiento y tortura de aquel grupo de jóvenes y perspicaces
graffiteros. Las movilizaciones que exigían su liberación fueron violentamente
aplastadas y, en ocasiones, grabadas en video para luego ser subidas a Internet
como advertencia. Y es que a diferencia del ejército egipcio que intentó
preservar su imagen frente a la opinión pública, el ejército sirio no tiene
reparos en hacer crueles demostraciones de fuerza.
Siria es un país étnicamente árabe cuya población practica
mayoritariamente el Islam, y dónde claramente las diferencias importan. El
74% de la población siria es de la rama Suní del Islam, mientras que el 13%
pertenece a ramas como la Chií y la Alauí. El colonialismo francés -de 1918 a 1946-
ubicó a la cabeza del poder a los alauíes, minoría religiosa históricamente
perseguida y atacada por los suníes, para facilitar la administración colonial.
Bashar Al Asad es solo la cara visible
de la comunidad alauí que hoy lucha por mantener el poder en siria,
perderlo a manos de los suníes significaría su muerte y fin.
A nivel regional, las alianzas
entre países y grupos armados están vinculadas también a la pertenencia a
determinada rama del Islam. Los alauíes sirios tienen entonces una mayor
afinidad con Irán, país de mayoría chiita, por ejemplo. Del mismo modo, los
rebeldes sirios que en su mayoría pertenecen a la rama suní son bastante más
cercanos a Al Qaeda, también de rama suní. Aquí cabe preguntarse, ¿en Estados
Unidos de América (EUA) se habrán detenido a pensar que al apoyar a los
rebeldes sirios estarían, indirectamente, alineándose con Al Qaeda?
Para entender mejor el ajedrez
geopolítico que se desarrolla entorno a Siria veamos el siguiente mapa:
Se ha dicho mucho en los últimos
días sobre lo que será la participación de EUA en la guerra civil siria. Por un
lado, EUA intenta ejercer su
autoproclamado título de policía mundial al quebrantar nuevamente el derecho
internacional con una “intervención preventiva” como la que realizaron en
Irak, y que replicarían en Siria. Pero vamos, no es novedad el que EUA ejerza
el poder suficiente para romper cuantas reglas se pongan delante suyo en
defensa de la democracia –ideal utópico para culturas que nunca han vivido ni
se entienden bajo ese concepto -.
Por otro lado, y lejos de los
reflectores, podemos analizar lo siguiente. Primero, claramente la alianza entre Siria e Irán va más allá
de lo religioso. Es conocido el proyecto iraní de construcción de un
gaseoducto que atraviese Irán, Irak, Siria y Líbano para llevar el gas iraní a
Europa. La construcción del ducto no solo beneficiaría a Irán sino también a
Siria, colocando a estos países en una nueva posición como importantes actores
globales. El empoderamiento de Irán al
interior del Medio Oriente podría acarrear el recrudecimiento de las
hostilidades contra los países de occidente, y dotaría al país persa de una
mayor capacidad de negociación en temas como el enriquecimiento de uranio para
el desarrollo de armamento nuclear, entre otros.
Segundo, el proyecto afectaría directamente a los aliados de EUA en la
región. No es descabellado pensar que Turquía haya pedido a EUA una
intervención contundente en Siria pues los turcos son los principales transportistas
de gas a Europa - quizás por navidad pueda pedir mayores sanciones internacionales
para Irán, pero ahí no más-. Similar panorama de preocupación recae sobre
Qatar, país de la rama suní del Islam, interesado en la construcción de su
propio gaseoducto con participación Siria para lo cual necesita suníes en el
poder. Dentro de la lista de contras también está el dejar a los aliados
europeos a merced de la dependencia energética del gas iraní. Quizás por eso
vemos a Francia tan animosa por participar del conflicto.
Rusia y China, desde la vereda de
enfrente, están en contra de la intervención de EUA. El interés ruso pasa netamente por intentar conservar su relación con
un buen comprador. Siria es el aliado más cercano de Rusia en el Medio
Oriente y su relación comercial es sostenida fundamentalmente por la venta de
armas y los jugosos contratos firmados con el régimen de Al Asad. A los rusos
nada les molestaría más que ver trunca su industria de defensa, mermada por la
caída de Gadafi en Libia –perdiendo un contrato de US$4.500 millones- y las
sanciones internacionales impuestas a Irán –perdiendo un contrato de US$13.000
millones-.
Para China el mercado sirio le resulta insignificante, por lo que su
relación con el régimen de Al Asad se basa en el rechazo a una mayor presencia
de EUA en la región. Con Afganistán bajo influencia norteamericana, el
peligro de un ataque norteamericano contra Irán -de caer el gobierno sirio-
abriría la puerta trasera de China a las potencias de occidentales y la
posibilidad de acceder a mayores recursos energéticos, en tiempos en que los chinos
sopesan una mayor participación en Medio Oriente.
De todo este ajedrez podemos
concluir que la intervención militar en
Siria tiene como objetivo real a Irán. Podemos concluir, también, que
existen intereses contrapuestos entre las principales potencias mundiales en lo
que concierne al Medio Oriente. Por eso EUA
apuesta en esta región por un movimiento de peón: un casillero a la vez. En
estos momentos el gobierno de Obama intenta legitimar la intervención en Siria
con los ya comprobados y totalmente repudiables
ataques con armamento químico sobre población civil. Lo que no queda claro
aún es si los rebeldes poseen las mismas armas que el gobierno sirio.
A pesar de la imagen belicista del
partido republicano, en la práctica cada
vez que EUA se ha involucrado en una guerra de envergadura lo ha hecho a través
de un presidente del partido demócrata. Woodrow Wilson llevó a EUA a la
Primera Guerra Mundial; Franklin D. Roosevelt a la Segunda Guerra Mundial; y
finalmente, Lyndon B. Johnson a la Guerra de Vietnam.
¿Pondrá Obama su nombre en esta lista?