25 de octubre de 2007

Aprendiendo A Insultar Con Propiedad

Nuestro exquisito desfogue lingüístico y polisémico llevado al campo “académico”.

Definitivamente el insultar y aplicar jerga en nuestro uso diario del lenguaje es algo muy recurrente y casi instintivo, y es que es tan satisfactorio decirle a alguien “huevón”, “cagón”, etc, es muy difícil evitarlo. Según un tal Dennis Francois, la denominación “jerga” (o argot) aparece en el siglo XVII en la época de los procesos de los Coquillards (falsos peregrinos franceses) donde ya se hablaba de jargon o jobelín. Luego, el término pasó a definir a la comunidad de los rateros y mendigos del “Reino del Argot”, cárcel en la que eran aislados. Por su parte, los insultos, según Kenneth Pike, sólo pueden ser entendidos desde un nivel émico de las ciencias sociales (dígase de las referencias subjetivas de las personas que utilizan el término). Pero dejándonos ya de tanta mierda, entendamos que el uso cotidiano de una jerga y/o insulto responde a la necesidad de las personas de hacer “hincapié” en una idea, exaltar una definición o hacer efusivo un punto de vista y/o criterio hacia algo o alguien.

Reconozcamos que estas palabras siempre suelen estar referidas a dos ejes motores de nuestro morbo como la sexualidad (pinga, trola, huevos, etc.) y el excretar (cagar, mear, mierda, etc.) [A. Tamayo, 2006].Personalmente no considero que estas sean malas palabras, expresiones ramplonas, alteraciones del lenguaje o tabúes lingüísticos, al menos no en todo momento. Como diría un viejo conocido de todos, Aristóteles, “lo único constante es el cambio”, y en ese sentido, una PALABROTA bien ubicada representa años de avance en nuestra forma de expresarnos, y podría darle más fuerza a una expresión. De esta manera busco introducir al lector en el siempre emocionante mundo de la menta de madre, la puteada, la pendejada y la criollada, bajo un criterio uniforme.

Figuras Totémicas

Existen, dentro de este mundo, algunas palabras con sentido y potencia inalcanzables hasta la actualidad. Son muy frecuentes y nunca dejarán su afán de reducir al receptor, o por lo menos impactarlo. Designaré los términos acorde a mi criterio, designándolos de acuerdo a su difusión, relevancia y perpetuación en el imaginario social.

1) Mierda: Esta palabra es quizás la más difundida de todas. Mierda es para el insulto lo que Starbucks es para el café, y es que el pensar en agredir verbalmente a alguien o enfatizar algo siempre tendrá dentro de la andanada de ataques a esta palabra. Cumple una función polisémica (múltiples significados) la cual hace que su continua reproducción la mantenga vigente.

Mierda está presente en todos y cada uno de los emisores de un mensaje, muchas veces sólo procesado mentalmente (a la mierda… tengo que estudiar todo esto) para evitar el veto de la sociedad, incluso podríamos decir que no hay día en que uno no piense en esta palabra. Es, además, el término emblema a la hora de denominar algo (que tal mierda), calificar a alguien (feo de mierda) o aseverar algo (en serio pe’ mierda). Ver

2) Carajo: Es también muy usada. La principal diferencia es que es mucho más hablada y menos pensada. Usar la palabra carajo responde más a una forma verbal que a un criterio usado mentalmente, como la palabra mierda (la cual si usamos en nuestros pensamientos con mas frecuencia). Carajo es una de los insultos más aceptados socialmente, y ha llegado incluso a ser parte del himno de la selección nacional (¡Vamos Perú Carajo!).

3) Cojudo: Este es un insulto directo y sin contemplación. No hay forma en que esta palabra sea entendida fuera de un contexto agresivo, es más, esta palabra crea el momento tenso. No es común escuchar a alguien decir “cojudo” a un amigo solo para saludarlo, o para pasarle la voz.


Nombrar, saludar y exaltar.

Este es el conglomerado de insultos/saludo, aquellas palabras que ya perdieron, en muchos casos, su sentido ofensivo y han pasado a ser parte del léxico amical-cotidiano y que busca expresar mayor cercanía, proximidad, cariño y alegría. También se incluyen palabras derivadas de grandes insultos y que en el camino han tomado nuevos significados.

1) Concha tu madre: Frase que hace mención poco honrosa a la madre del receptor del mensaje. En sus inicios esta frase causaba más de un problema, e incluso la muerte del emisor, pero los tiempos y las formas de expresión cambian. Hoy en día es también utilizado como un saludo, una expresión de felicidad (¡Bien concha su madre!) o de sorpresa (¡Uuuuuy coooncha su maaaadre!). Hay también varios derivados, por ejemplo: Chasumadre, chesu, chetumare, chatumare o CTM (usado en soportes digitales como el msn o los mensajes de texto).

2) Hijo de puta: Referencia agresiva al pasado poco sano de la madre del receptor. Si bien su sentido ofensivo aun se mantiene vigente con gran apoyo de parte de la sociedad, esta palabra ha pasado a derivarse en nuevas formas de expresión como la que hizo famosa Vargas Llosa al llamar a Hernando de Soto “Hijueputa”. Esta palabra, poco usada en la cotidianeidad, pierde la referencia a la madre para centrarse en el hecho de que el receptor es una persona que debería merecer todo nuestro rechazo.

3) Puta madre: Cotidiana, fresca, altanera, y hasta ya clásica muletilla. Puta madre es hoy una frase polisémica como la gran mayoría de insultos en esta categoría. La usamos para hacer notar nuestra idea (Puta madre escúchame), para mostrar una decepción (¡noooo Puta madre!) e incluso como muletilla, usando tan solo la palabra “puta” (como te decía puutaaa, esteee putaaaa, etc.). Se usa también la contracción “tamare” para agilizar el proceso comunicativo. También es usada la forma de escritura “poota” para, en un soporte digital, darle una mayor suavidad, expresando una pasiva sorpresa.

4) Huevón y webón: Palabras que buscan resaltar parte del aparato reproductor masculino. Lo usamos para referirnos a una persona estupida, lela, lenta, extremadamente inocente o muy escasa de recursos. También la usamos para referirnos a nuestra actividad al decir “estoy hueveando” o “estoy webeando”. Quisiera hacer una aclaración y distinción en el uso de ambos términos. En el lenguaje diario se suele confundir ambas expresiones, pero, con las siguientes definiciones busco aclarar bien el sentido correcto y el buen uso:

4.a.) Huevear : Término referido al espacio real, a la perdida de tiempo en las calles, casa, barrio, colegio, parque, etc. Es relojera en un lugar físicamente existente.

4.b.) Webear: Térmno referido al espacio virtual, al perder el tiempo en el internet y/o la pc, de ahí su referencia a la web(eando).

Concluyamos entonces en que, la utilización de la palabra Huevear debe ser estrictamente en espacios físicamente existentes, mientras que Webear se refiere a la misma acción pero en espacio virtuales y/o digitales propios del internet y la informática.

One Hit Wonders

Esta es la categoría de aquellos insultos y/o jergas que tuvieron un momento de apogeo, de gloria, y luego cayeron en el olvido o en el recuerdo. Existen algunas personas que las siguen usando como parte de su moda retro.

1) Pollo: Palabra de hace algunos años, nacida en una publicidad de pollos y usada generalmente para callar y/o interrumpir el discurso del compañero o enemigo (bla bla bla ¡POLLO!).

2) Gomear: Palabra referida al acto de agredir fisicamente a una persona. Nación junto con esa publicidad de UHU Stick “El que pega mas” con el niño rapeando y pegando cosas en las paredes.

3) Imberbe:
Su definición original es “Persona sin barba”, pero es usada para tildar a alguien de estúpido, lerdo, idiota, sano, etc.


Tomando Vuelo

Hay, hoy por hoy, una nueva generación de insultos que están empezando a llegar a públicos masivos y exigentes, necesitados de nuevos aires de agresión sana y divertida.

1) Échate agua: Frase muy peculiar que hace referencia al acto de verter agua sobre una persona para que tome conciencia y despierte de su estupidez y/o baje de su nube, para que así pueda pisar la realidad.

2) Wasa:
Palabra referida al órgano reproductor masculino, usada pocas veces como insulto, pero si como un agradable saludo o identificación de la identidad sexual masculina.

Desde esta humilde tribuna promuevo, también, la FEMINIZACIÓN de la jerga sexual. Hago el llamado a las mujeres en general a optar por estas dos nuevas formas de expresión para pasar a nombrar partes indispensables y muy comparables de su propia anatomía:

a) Ovariona: Palabra referida al órgano sexual femenino y que busca reducir la masculinización de la jerga femenina.

b) Me llega a la trompa izquierda:
Como notaran, este es un intento de reemplazar el mal usado “me llega al pincho” en las mujeres, por algo que se acerque mas a ellas.

El mundo de las lisuras y el de la jerga es muy amplio, y un solo artículo académico como este nunca se daría a vasto para cubrir las expectativas de todos, en todo caso, háganme llegar sus insultos, significados y jergas a través de los comentarios. Gracias.

8 de octubre de 2007

Allí Donde Hasta El Diablo Pudo Tonear

La sabrosa, demoníaca y disipada Barranca.

Jhonatan nos contaba la historia del diablo que llegó a la discoteca y que de pronto se esfumó por un water. Quizás no estábamos realmente atentos a lo que decía, y nos perdíamos por momentos el relato. La noche anterior y la andanada de encontrones óseos nos dejaron más que cansados. Lucía se paró al baño y le advertí sobre la posible presencia de Lucifer en los servicios. Male y Luis se demoraban cual empleado público para hacer un trámite. Italo miraba el techo y su jabón Protex, Leslie buscaba alguna emisora radial en su celular.

“Un día, en una discoteca que ya no existe, el diablo estaba bailando con una rubia. La gente empezó a gritar cuando le vieron la cola” – Dijo Jhonatan. Yo le presté atención desde la frase “el diablo estaba bailando”, y me quedé con esa idea en la cabeza, hasta ahora.

El día sábado, después de nuestra llegada, nos encontramos en Barranca, mítica y legendaria ciudad de la cual escuché tanto durante estos últimos años. Siempre será un buen recuerdo ver a uno de mis mejores amigos recibirme en su tierra, haciendo de local en su propia cancha. Si bien al principio se me hacía difícil y complicado entrar a su carro, poco a poco le agarré el truco (al carro, no a Jhonatan. Ojo). La ciudad se mostró acogedora desde el momento en que nos dijeron “no hay cuartos triples”, hasta en el que le dije a Lucía “mira ese bus, puede ser lo último que veas en tu vida”, haciendo alusión a nuestra posible muerte en Pasamayo maldito.

No se ya el número de chicas siendo devoradas por sus parejas en algún carro, parque, casa, restaurante, mototaxi, etc. Noto ahora que allí el amor está en el aire, en el parque, o en lo que comen. Tampoco puedo exonerarme de una culpa, y que si bien me dediqué a ver especimenes femeninos (tengan o no pareja masculina), nadie podrá decir que me alejé del grupo por querer atentar contra la intimidad de alguna barranqueña, por más que Italo y yo comprobáramos empíricamente que habría sido factible. Sabemos bien que toda teoría debe ser contrastada con una realidad para lograr el sumo concentrado que vendría a ser una certeza.

“Esta casa está embrujada y dicen que cerca de la medianoche se escuchan gritos y gemidos” – Aclaró Jhonatan. Pues si, Leslie y Lucía los escucharon, pero no precisamente en el domicilio de la señora bruja sino en el hotel. Esa noche salimos a “tonear” a una discoteca en la playa. No en la arena, al frente. Ya se hacía costumbre esperar a Maleuis (contracción de Male y Luis, mismo Bradgelina), y por eso estuvimos en una feria viendo los modernísimos juegos mecánicos a humano-tracción (un pata empujaba con todas sus fuerzas el carrusel, el gusanito, etc., para que funcionen.) y las ricas manzanas acarameladas. Me gané una billetera por tumbar siete latas en un juego y la emoción colmó mi vida, mientras, Leslie caminaba sola y recibía uno que otro piropo inesperado de cuanto aventurado y faltoso de poca edad se cruzara. Karen, enamorada del buen Geisser Amancio (Jhonatan Urbina), nos miraba con rostro de extrañeza (¿así serán siempre? Pobre mi amor, tiene que estudiar con un Germán tan hiperactivo) y se reía de cuanta pachotada se nos escapaba. Yo sé que le caímos bien y se que supo entender que nuestro problema es el vivir en Lima (la idea de conocer a la enamorada de tu pata es alejarlo a él de la tentación, recordándole siempre “cojudo tienes flaca”).

Horas y cervezas después, entendí el código discotequero en Barranca. No sé a cuantos tipos me pecheé para evitar que se acercaran a nuestras amigas, y no por ser posesivos, sino por su seguridad. Lo increíble era el hecho de que meterle el codo o la espalda a alguien no implicaba una mecha, implicaba una mirada de “esta bien causa, son tus amigas”. ¿A alguien se le ha ocurrido meter un codazo en una discoteca de Lima? Si quieren seguir bailando mejor no lo hagan. El camino al baño nunca fue tan gratificante en mi vida. Miradas iban y venían hacia Italo y a mí. Con descaro total las señoritas lanzaban miradas penetrantes, difíciles de esquivar, peor aún si por ahí alguna pasaba de las miradas a las retaguardias, con inserción de aquella parte de su cuerpo en nuestro estrecho camino a los retretes, con una inevitable pulsación ósea.

En otras circunstancias nunca hubiera dejado a nuestro anfitrión manejar, pero conociendo sus amplias habilidades al volante, me dejé llevar por la marea. “Quiero vivir” – dijo Luis totalmente ebrio. Ya en el hotel, no recuerdo bien lo que aquella noche hable con Italo, sólo sé que sentí que estaba conversando con un hermano, ya no solo con un pata. Pasar el día visitando la playa, la estatua del Cristo “resaqueado”, la casa de la bruja, la tía de los alfajores, la siempre ilustre mecánica Gokú y el pollo al cilindro terminaron por unir más a un grupo que estuvo fragmentado por razones ajenas, de gente intrascendente. Extrañamos a Erick, en especial durante la fricción ósea en la discoteca.

Regresando miré a Lucía durmiendo con una placidez total y entendí a mi manera la frase de Jhonatan - “el diablo estaba bailando” –, y entendí también al diablo. Es una ciudad tan linda, con gente tan bacán, chicas tan guapas, ambiente tan disipado y comida tan sabrosa que Lucifer no pudo aguantarse las ganas de ir un fin de semana a descansar por ahí, comprendámoslo.