Hablar de Chávez en relación a
las cifras de su gobierno es casi tan arbitrario como dar por sentado el
desarrollo social peruano en base al incremento porcentual del PBI, el auge de
nuestras exportaciones y la subida del precio internacional de los minerales. Criticar
al gobierno de Chávez sin ser venezolano y aborrecerlo por su política interna
es desmedido y poco juicioso, además de remarcar el rechazo a la voluntad de un
pueblo hermano.
Y a pesar de sus criticables
modales y formas, su influencia llegó mucho más allá. Chávez instauró un
discurso capaz de establecer un equilibrio de poder en la región, impulsando el
tire y afloje entre posiciones políticas que a la larga garantizó un
intercambio ideológico que forjó la convergencia en visibles esquemas
multilaterales. Latinoamérica necesitaba un Hugo Chávez, y hoy ya no lo tiene.
La política sin tensión de fuerzas cae en el peligro del monólogo y la visión
única.
El fuerte impacto de las medidas
de ajuste del FMI, a principios de los 90’s, generó las condiciones para el
surgimiento de clases políticas neoliberales en AL que lograron reducir el
Estado y ampliaron la participación de la empresa privada en la vida en
sociedad. Ello no tendría consecuencias negativas de no haber radicalizado su
aplicación, lo que en países como Venezuela terminó por engendrar a Chávez y su
“Socialismo del Siglo XXI”.
Este “caballito chavista de
batalla”, desprendido del pensamiento crítico de Heinz Dieterich – y resonante
en la obra “Escritos para la transición” de Samir Amín-, termina por confundir
un proyecto nacionalista con la ya obstinada nomenclatura “socialista”, como si
toda aquella elucubración ideológica contraria al orden establecido deba ser
necesariamente ubicada bajo el socialismo/comunismo. Esta visión, incluso con
severos deslices, como el intento de “planificar” una revolución -contradiciendo
la espontaneidad de la lucha de clases impulsada tan solo por la conciencia de
su necesidad, según la teoría marxista-, logró contener la unificación política
bajo el paraguas del neoliberalismo al brindar una “alternativa”, precaria,
pero alternativa al fin.
Para no caer en el tedioso
ejemplo del ALBA –su esfera de influencia directa-, podemos considerar dos
esquemas multilaterales impulsados por la tensión política, fruto de la
existencia de un Chávez en la región: UNASUR en 2008 y CELAC en 2010. El primero,
UNASUR, la representativa unión de Estados sudamericanos que, además de aproximar
los principales esquemas sub-regionales – CAN y MERCOSUR-, adhiere a Chile,
Guyana y Surinam. Para muchos una herramienta poco útil en aplicación, pero
definitivamente decisiva como escenario de balance y diálogo entre los Estados
sudamericanos neoliberales y nacionalistas.
El segundo, CELAC, es el primer
esquema panamericano que logra emanciparse de la presencia recurrente de Estados
Unidos y Canadá, y que, contrario a la opinión pública, tiene el mérito de
recibir a Cuba sin imponerle condiciones pero dejándole un mensaje claro: “estamos
entre Estados que empiezan a entender la virtud de la tolerancia y esperamos de
ti una participación consecuente”. Que no parezca extraña entonces la
eliminación gradual de restricciones a la migración, por lo que hay que
entender la democracia como un proceso y no una imposición con efectos
inmediatos.
Quizás sin darse cuenta de ello,
Hugo Chávez apareció providencialmente en la escena latinoamericana de la última
década y media, impulsando un modelo del cual solo la historia podrá medir sus
efectos, pero que en razón práctica y actual, dejó ver la necesidad de que en AL se empiece a trabajar en conjunto aun estando en discrepancia.
1 Comentarios:
Muy buen comentario sobre Chávez, mucha gente lo critica sin realmente saber lo que significó su papel en Venezuela cuando llegó al mandato. No coincido con él en muchas cosas, pero sin duda supo sacar a la luz y denunciar aspectos políticos internacionales que muchos otros no se atreven ni a mencionar.
Publicar un comentario