6 de abril de 2008

2008-I: El Ciclo de los Chuchulentos

Alterando la biodiversidad en la UL

El primer día de clases fue como ir a la Feria del Hogar en Fiestas Patrias. Desde El Jockey Plaza, llegando en micro, vi la congestión vehicular y la gente corriendo entre los carros, parecía el fin del mundo. El micro en el que estaba es de una línea que sólo llega hasta la UL y luego da la vuelta, por lo que estaba lleno de ulimeños.

Dentro de la combi, que no se movía, un patín dijo “son las 7:05am, no vamos a llegar a clase”, a lo que el cobrador respondió “¡Bajan todos!”. De pronto me sentí como un extra en el famoso desembarco de los primeros minutos en “Salvando al soldado Ryan”, los cachimbos sufrían, y algunos rezaban. La puerta de la combi se abrió y bajamos mirando a todos lados para evitar morir atropellados. Muchos se desesperaron y corrieron por entre los carros desde el paradero “Plaza Vea” hasta la puerta de la U, yo preferí caminar por la vereda.

Una vez a salvo en la puerta de Olguín, una gran cola nos esperaba. ¿Cola en la puerta? Oh dios mío, ¡Si! La gente llegaba corriendo con la mano alzada llevando el carnet, como esperando cola para el pan en el 1er gobierno aprista. Una vez que pasé la reja y di la vuelta, vi las manos con los carnets y los guardias de seguridad gritando “Hagan cola” (como si fuera tan fácil cuando tu clase ya debe haber empezado), algo similar a Resident Evil, donde los militares mantienen aislados a los contaminados.

Caminé por el “C” y vi a todos los cachimbos, con la ilusión en sus rostros y cigarros en sus manos, imaginando ser viejos, conversando de sus deseos de ser platudos, tener EL carro y LA flaca. Las chicas tratando de combinar los colores de su ropa con la correa, el arete, la cartera, todas armando un ejército multicolor y fashion hecho a base de un bonito bronceado, una falda, los lentes de sol, el nextel y el cabello muy bien cuidado. Y pensar que cuando yo ingresé éramos quinientos cachimbos en quince secciones, ahora ingresan algo más de dos mil, repartidos en casi sesenta salones.

¿Acaso la rectora no sabe que no puede alterar un eco-sistema? La remodelación de la biblioteca, más que incomodar con el sonido, ha cambiado el modo de vida de los estudiantes de comunicación, y algunas especies ya se están extinguiendo. ¿Dónde están los eternos hueveros de las escaleritas? ¿Y el grupo de chicas que se sentaba al lado de la maquinita de gaseosas? Esto debe ser fuertemente sancionado dado que afecta directamente a nuestra fauna comunicativa.

Y claro, tal como en la guerra del pacífico le pasó a Bolivia, los de comunicación hemos perdido nuestra salida soberana a la civilización, la puerta del E-1. Hoy tenemos que caminar hasta dominios extraños como el “C” para poder huir de la universidad. Opino que como toda nación soberana, comunicación debe recuperar pronto sus territorios, arrebatados en una guerra que no tuvo lugar y que perdimos por default.

Horas más tarde, y mientras caminaba al “Q” para mi clase de Temáticas de Desarrollo, pasé por la cabañita del “G” e intenté comprar agua, eran las 9:00am, y ya sólo quedaba agua con gas. Los bebederos secos, las mangueras apagadas. De pronto la sequía se apoderó de la Universidad de Lima, y lo que parecía un oasis, se está convirtiendo en un desierto.

Ya en la noche, regresando del trabajo para ir a clase, yo iba escuchando música, era el tema de la película Réquiem por un sueño, llegué a la facultad, y empecé a llorar. Sin luz, casi como Mordor en el Señor de los Anillos, lo que antes era la cuna de la diversión, el jolgorio y el hueveo extremo, hoy es un simple recuerdo de un tiempo mejor.

Y este último sábado caminaba después de clase con unos amigos y vimos muchos chuchulentos (libélulas en dianinés) volando: “Pobrecitos, destruyeron la biblioteca y tuvieron que salir de su hábitat”. Así es, este 2008-I, todos nosotros, chuchulentos y universitarios, tendremos que ajustarnos a las nuevas condiciones de vida. Nuestro eco-sistema está cambiando.