1 de septiembre de 2013

¡¿Qué está pasando en Siria?!

Un grupo de jóvenes, una lata de pintura spray y un fulminante mensaje encienden la llama de una guerra civil.
“Es su turno, doctor”. Bashar Al Asad –Presidente sirio- es un médico oftalmólogo de 47 años formado profesionalmente en Inglaterra pero sin noción alguna de lo que democracia y/o derechos humanos significan. Ambos son conceptos que cualquier joven de hoy puede mínimamente reconocer y comparar con su entorno gracias a la tecnología disponible. No es de extrañar, entonces, que el ímpetu propio de la juventud llevara a un grupo de amigos a pintar en la pared de una escuela de la ciudad de Dara’a -en Siria- la frase con la que comienza este artículo, en momentos en los que era derrocado Hosni Mubarak en Egipto.
Marzo de 2011. Lo que pareció ser una palomillada termina por propiciar el arresto, confinamiento y tortura de aquel grupo de jóvenes y perspicaces graffiteros. Las movilizaciones que exigían su liberación fueron violentamente aplastadas y, en ocasiones, grabadas en video para luego ser subidas a Internet como advertencia. Y es que a diferencia del ejército egipcio que intentó preservar su imagen frente a la opinión pública, el ejército sirio no tiene reparos en hacer crueles demostraciones de fuerza.
Siria es un país étnicamente árabe cuya población practica mayoritariamente el Islam, y dónde claramente las diferencias importan. El 74% de la población siria es de la rama Suní del Islam, mientras que el 13% pertenece a ramas como la Chií y la Alauí. El colonialismo francés -de 1918 a 1946- ubicó a la cabeza del poder a los alauíes, minoría religiosa históricamente perseguida y atacada por los suníes, para facilitar la administración colonial. Bashar Al Asad es solo la cara visible de la comunidad alauí que hoy lucha por mantener el poder en siria, perderlo a manos de los suníes significaría su muerte y fin.
A nivel regional, las alianzas entre países y grupos armados están vinculadas también a la pertenencia a determinada rama del Islam. Los alauíes sirios tienen entonces una mayor afinidad con Irán, país de mayoría chiita, por ejemplo. Del mismo modo, los rebeldes sirios que en su mayoría pertenecen a la rama suní son bastante más cercanos a Al Qaeda, también de rama suní. Aquí cabe preguntarse, ¿en Estados Unidos de América (EUA) se habrán detenido a pensar que al apoyar a los rebeldes sirios estarían, indirectamente, alineándose con Al Qaeda?
Para entender mejor el ajedrez geopolítico que se desarrolla entorno a Siria veamos el siguiente mapa:
Se ha dicho mucho en los últimos días sobre lo que será la participación de EUA en la guerra civil siria. Por un lado, EUA intenta ejercer su autoproclamado título de policía mundial al quebrantar nuevamente el derecho internacional con una “intervención preventiva” como la que realizaron en Irak, y que replicarían en Siria. Pero vamos, no es novedad el que EUA ejerza el poder suficiente para romper cuantas reglas se pongan delante suyo en defensa de la democracia –ideal utópico para culturas que nunca han vivido ni se entienden bajo ese concepto -.
Por otro lado, y lejos de los reflectores, podemos analizar lo siguiente. Primero, claramente la alianza entre Siria e Irán va más allá de lo religioso. Es conocido el proyecto iraní de construcción de un gaseoducto que atraviese Irán, Irak, Siria y Líbano para llevar el gas iraní a Europa. La construcción del ducto no solo beneficiaría a Irán sino también a Siria, colocando a estos países en una nueva posición como importantes actores globales. El empoderamiento de Irán al interior del Medio Oriente podría acarrear el recrudecimiento de las hostilidades contra los países de occidente, y dotaría al país persa de una mayor capacidad de negociación en temas como el enriquecimiento de uranio para el desarrollo de armamento nuclear, entre otros.
Segundo, el proyecto afectaría directamente a los aliados de EUA en la región. No es descabellado pensar que Turquía haya pedido a EUA una intervención contundente en Siria pues los turcos son los principales transportistas de gas a Europa - quizás por navidad pueda pedir mayores sanciones internacionales para Irán, pero ahí no más-. Similar panorama de preocupación recae sobre Qatar, país de la rama suní del Islam, interesado en la construcción de su propio gaseoducto con participación Siria para lo cual necesita suníes en el poder. Dentro de la lista de contras también está el dejar a los aliados europeos a merced de la dependencia energética del gas iraní. Quizás por eso vemos a Francia tan animosa por participar del conflicto.
Rusia y China, desde la vereda de enfrente, están en contra de la intervención de EUA. El interés ruso pasa netamente por intentar conservar su relación con un buen comprador. Siria es el aliado más cercano de Rusia en el Medio Oriente y su relación comercial es sostenida fundamentalmente por la venta de armas y los jugosos contratos firmados con el régimen de Al Asad. A los rusos nada les molestaría más que ver trunca su industria de defensa, mermada por la caída de Gadafi en Libia –perdiendo un contrato de US$4.500 millones- y las sanciones internacionales impuestas a Irán –perdiendo un contrato de US$13.000 millones-.
Para China el mercado sirio le resulta insignificante, por lo que su relación con el régimen de Al Asad se basa en el rechazo a una mayor presencia de EUA en la región. Con Afganistán bajo influencia norteamericana, el peligro de un ataque norteamericano contra Irán -de caer el gobierno sirio- abriría la puerta trasera de China a las potencias de occidentales y la posibilidad de acceder a mayores recursos energéticos, en tiempos en que los chinos sopesan una mayor participación en Medio Oriente.
De todo este ajedrez podemos concluir que la intervención militar en Siria tiene como objetivo real a Irán. Podemos concluir, también, que existen intereses contrapuestos entre las principales potencias mundiales en lo que concierne al Medio Oriente. Por eso EUA apuesta en esta región por un movimiento de peón: un casillero a la vez. En estos momentos el gobierno de Obama intenta legitimar la intervención en Siria con los ya comprobados y totalmente repudiables ataques con armamento químico sobre población civil. Lo que no queda claro aún es si los rebeldes poseen las mismas armas que el gobierno sirio.

A pesar de la imagen belicista del partido republicano, en la práctica cada vez que EUA se ha involucrado en una guerra de envergadura lo ha hecho a través de un presidente del partido demócrata. Woodrow Wilson llevó a EUA a la Primera Guerra Mundial; Franklin D. Roosevelt a la Segunda Guerra Mundial; y finalmente, Lyndon B. Johnson a la Guerra de Vietnam.
¿Pondrá Obama su nombre en esta lista?

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