8 de octubre de 2007

Allí Donde Hasta El Diablo Pudo Tonear

La sabrosa, demoníaca y disipada Barranca.

Jhonatan nos contaba la historia del diablo que llegó a la discoteca y que de pronto se esfumó por un water. Quizás no estábamos realmente atentos a lo que decía, y nos perdíamos por momentos el relato. La noche anterior y la andanada de encontrones óseos nos dejaron más que cansados. Lucía se paró al baño y le advertí sobre la posible presencia de Lucifer en los servicios. Male y Luis se demoraban cual empleado público para hacer un trámite. Italo miraba el techo y su jabón Protex, Leslie buscaba alguna emisora radial en su celular.

“Un día, en una discoteca que ya no existe, el diablo estaba bailando con una rubia. La gente empezó a gritar cuando le vieron la cola” – Dijo Jhonatan. Yo le presté atención desde la frase “el diablo estaba bailando”, y me quedé con esa idea en la cabeza, hasta ahora.

El día sábado, después de nuestra llegada, nos encontramos en Barranca, mítica y legendaria ciudad de la cual escuché tanto durante estos últimos años. Siempre será un buen recuerdo ver a uno de mis mejores amigos recibirme en su tierra, haciendo de local en su propia cancha. Si bien al principio se me hacía difícil y complicado entrar a su carro, poco a poco le agarré el truco (al carro, no a Jhonatan. Ojo). La ciudad se mostró acogedora desde el momento en que nos dijeron “no hay cuartos triples”, hasta en el que le dije a Lucía “mira ese bus, puede ser lo último que veas en tu vida”, haciendo alusión a nuestra posible muerte en Pasamayo maldito.

No se ya el número de chicas siendo devoradas por sus parejas en algún carro, parque, casa, restaurante, mototaxi, etc. Noto ahora que allí el amor está en el aire, en el parque, o en lo que comen. Tampoco puedo exonerarme de una culpa, y que si bien me dediqué a ver especimenes femeninos (tengan o no pareja masculina), nadie podrá decir que me alejé del grupo por querer atentar contra la intimidad de alguna barranqueña, por más que Italo y yo comprobáramos empíricamente que habría sido factible. Sabemos bien que toda teoría debe ser contrastada con una realidad para lograr el sumo concentrado que vendría a ser una certeza.

“Esta casa está embrujada y dicen que cerca de la medianoche se escuchan gritos y gemidos” – Aclaró Jhonatan. Pues si, Leslie y Lucía los escucharon, pero no precisamente en el domicilio de la señora bruja sino en el hotel. Esa noche salimos a “tonear” a una discoteca en la playa. No en la arena, al frente. Ya se hacía costumbre esperar a Maleuis (contracción de Male y Luis, mismo Bradgelina), y por eso estuvimos en una feria viendo los modernísimos juegos mecánicos a humano-tracción (un pata empujaba con todas sus fuerzas el carrusel, el gusanito, etc., para que funcionen.) y las ricas manzanas acarameladas. Me gané una billetera por tumbar siete latas en un juego y la emoción colmó mi vida, mientras, Leslie caminaba sola y recibía uno que otro piropo inesperado de cuanto aventurado y faltoso de poca edad se cruzara. Karen, enamorada del buen Geisser Amancio (Jhonatan Urbina), nos miraba con rostro de extrañeza (¿así serán siempre? Pobre mi amor, tiene que estudiar con un Germán tan hiperactivo) y se reía de cuanta pachotada se nos escapaba. Yo sé que le caímos bien y se que supo entender que nuestro problema es el vivir en Lima (la idea de conocer a la enamorada de tu pata es alejarlo a él de la tentación, recordándole siempre “cojudo tienes flaca”).

Horas y cervezas después, entendí el código discotequero en Barranca. No sé a cuantos tipos me pecheé para evitar que se acercaran a nuestras amigas, y no por ser posesivos, sino por su seguridad. Lo increíble era el hecho de que meterle el codo o la espalda a alguien no implicaba una mecha, implicaba una mirada de “esta bien causa, son tus amigas”. ¿A alguien se le ha ocurrido meter un codazo en una discoteca de Lima? Si quieren seguir bailando mejor no lo hagan. El camino al baño nunca fue tan gratificante en mi vida. Miradas iban y venían hacia Italo y a mí. Con descaro total las señoritas lanzaban miradas penetrantes, difíciles de esquivar, peor aún si por ahí alguna pasaba de las miradas a las retaguardias, con inserción de aquella parte de su cuerpo en nuestro estrecho camino a los retretes, con una inevitable pulsación ósea.

En otras circunstancias nunca hubiera dejado a nuestro anfitrión manejar, pero conociendo sus amplias habilidades al volante, me dejé llevar por la marea. “Quiero vivir” – dijo Luis totalmente ebrio. Ya en el hotel, no recuerdo bien lo que aquella noche hable con Italo, sólo sé que sentí que estaba conversando con un hermano, ya no solo con un pata. Pasar el día visitando la playa, la estatua del Cristo “resaqueado”, la casa de la bruja, la tía de los alfajores, la siempre ilustre mecánica Gokú y el pollo al cilindro terminaron por unir más a un grupo que estuvo fragmentado por razones ajenas, de gente intrascendente. Extrañamos a Erick, en especial durante la fricción ósea en la discoteca.

Regresando miré a Lucía durmiendo con una placidez total y entendí a mi manera la frase de Jhonatan - “el diablo estaba bailando” –, y entendí también al diablo. Es una ciudad tan linda, con gente tan bacán, chicas tan guapas, ambiente tan disipado y comida tan sabrosa que Lucifer no pudo aguantarse las ganas de ir un fin de semana a descansar por ahí, comprendámoslo.

5 Comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajaj BRILLANTE GERMANSHUN! creo q es de los articulos q mas he disfrutado y con esto mi figuretismo se comprueba xD, seh, seh me gusta porque mi nombre aparece muuuchas veces :P pero aparte de eso porque estas contando una experiencia que quedara pa siempre en nuestras memorias VARON! q leendo ver too nuestra aventura traducida en tu siempre singular y ironica manera de pensar, esta mas que chevre amiito y ojala tengamos mas oportunidades y mas material pa articulos como este TQMMMM!! =)

Ben Solís on 13 de octubre de 2007, 17:35 dijo...

Aunque no estes de acuerdo, escribe este lunes por motivo del Blog Action Day pes. Siempre es bueno escuchar opiniones.

Anónimo dijo...

Discotequear en provincia es ley, unas vacaciones merecidas a la autoestima.

Vivan los feriados que pueden aprovecharse.

Anónimo dijo...

jajajaja la mejor parte de la historia son los gemidos que leslie y yo escuchamos en el cuarto del costado ........ dejennos dormiiiiiiiiiir

Anónimo dijo...

Ta tela